PEPE DEL MARfue cofre y es tumba de aquella muchacha de fechas felices y efímera racha de mar; hoy pecho de cafre: baúl del tesoro que ayer fue Teresa, la triste muchacha de trenzas de oro y risas de racha de mar. Y todo por culpa de un Loro maldito que un día brumoso, bramante y contrito, en bólido verde pasó por el grito del mar, y así, como una fugaz Esperanza que ya no se espera, un día contrito llegó, por contraste, del lóbrego grito del mar. Y el Loro en un aro posó su renombre, y Pepe pidióle bromeando su nombre, y el Loro en el aro reía ante el hombre de mar. Y Pepe increpóle: “-¡Salado, saluda! ¿De dónde has salido?” Y el Loro sin nombre le dijo: “-¡Del Oro!” (El sueño de un hombre de mar). Y el Loro en el aro mecíase al trepe del viento, y el Moro, jugando al julepe, el Moro miraba los naipes y a Pepe del Mar; y Pepe miraba los ojos del Moro, y el Loro, mirando jugar al julepe, la fiebre del Oro dio al Moro y a Pepe del Mar. Se hicieron piratas de aretes y espitas, y Pepe, en su buque, buscando pepitas de oro por todas las tierras malditas del mar, no vio que su pecho perdía el tesoro que había en Teresa, buscando pepitas de odio por todas las tierras malditas del mar. Y muchos marinos se fueron al lado de Pepe y el Moro en pos de Eldorado; y el buque no hallaba, ¡oh Loro encantado del mar!, raído del Tiempo, roído de ratas, la mágica ruta febril de Eldorado, la Tierra del Loro, del Loro encantado del mar. Y el amo del Loro de sí no era dueño. Y Pepe en su pipa quemó todo el sueño: su opio era el naipe; su mesa de ensueño, la mar; y al muelle en que mayan en noches de angustia los gatos con gotas de lumbre sin sueño, volvió con su pipa, y ancló todo ensueño en el mar. Y aún Pepe se pone la pata de palo, y el Loro, en el aro que pende en la popa, repite, repite las risas de Pepe del Mar. Y miren marinos futuros la pipa: la pipa de Pepe que fuma en la popa pelando una papa: ¡la pipa de Pepe del Mar! |