EL OLIVOel hueso, fósil ya, de una aceituna: aquella noche se llenó la luna y un ruiseñor trinaba entre el follaje. Yo no tenía ni una flor sencilla. Vivía en al ciudad, y era poeta. Y enterré el huesecillo en mi maceta; pero no germinaba la semilla. La maceta en el cuarto de mis juegos era un juguete más: un sueño vano. En ella puso lo mejor mi mano. La regaron con lágrimas mis ruegos. Hasta que un día desperté del todo; cerré mi cuarto con adulta llave, y al mundo me asomé como quien sabe que vivir es jugar del mismo modo. En el cuarto quedóse la maceta que no me quiso dar ni flor ni fruto. Después gocé y sufrí cada minuto, sin olvidar al niño ni al poeta. Llegó la noche al fin: todo el espanto del mundo en mí dejó profunda marca, y yo, como Noé, mas con mi barca, viajé cuarenta noches por el llanto. Parece el mundo grande, y es tan chico como este cuarto al que jamás se asoma. Siempre que eché a volar una paloma, volvió con hojas verdes en el pico. Cierta vez, casualmente, vi que el ave se entró en la habitación por una grieta que había en la pared: puerta secreta que el tiempo abrió con silenciosa llave. Cerca del techo estaba la abertura: muy pequeña, que nadie la veía. Después de tantos años, ese día volví a mi cuarto en pos de mi alma pura. Y cuando abrí la puerta con la llave que sólo yo guardaba en mi llavero, vi en mi cuarto un olivo verdadero, y en una rama, allí, posada el ave. Había roto el árbol la maceta; casi llegaba al techo; de tal modo quería el árbol abarcarlo todo, que se apropió la habitación completa. Y salí de mi cuarto, redivivo: hombre nuevo que hablaba un nuevo idioma; ya podía entender a la paloma, y leer en las hojas del olivo. Pero a nadie le dije mi secreto; y, cada vez que me mató la vida, la paloma me trajo, verdecida, una hoja de olivo y un soneto. Y así resucité cientos de veces donde unos hombres cantan y otros gimen . ellos creían que ocultaba un crimen en un cuarto de sordas lobregueces. Muchos hubieron de esquivar mi trato, y hasta llegó a decirse que en mi estancia retenía, por pura extravagancia, de Dorian Gray el hórrido retrato. Yo me reí de todas esas cosas. La eterna juventud me dio su fuente, y los años pasaron por mi frente como por un espejo mariposas. Y viviendo seguí como quien arde sin consumir la perfumada hoguera, y seguí yendo, cual la vez primera, junto al árbol tenaz, mañana y tarde. Ya rompían el suelo sus raíces; Porque, por cada nuevo desengaño, el olivo crecía de año en año prometiéndome días más felices. Esos días vendrán. Lo sé. Y ahora… os digo mi secreto en poesía Hoy no debo callar: vano seria, porque mañana os lo dirá la aurora. El árbol romperá, con fuertes brazos, ventanas y paredes, puerta y techo, y todos los veréis, alto y derecho, erguirse sobre inútiles pedazos. Y su sombra os dará, caritativo: árbol de paz, sabiduría y gloria; y guardaréis por siempre en la memoria la historia del poeta y el olivo. VOLVER |