El faro

En medio del mar era un faro: un faro en la roca desierta;
y dentro del faro otro faro: mi triste pupila despierta.
El viento nocturno invocaba las cosas que nadie conoce.
El viejo reloj en el faro sombrío marcaba las doce.

Las olas medían el faro con vara de saltos violentos:
-las olas, que nunca han medido la hondura de mis sentimientos.
Y yo, con la pluma en la mano, sentado a mi negro pupitre,
quería captar el mensaje cifrado en espuma y salitre.

De pronto escuché la sirena profunda y serena de un barco.
Quedé pensativo un momento; mis nervios, cual flecha en el arco.
¡Yo bien conocía el lamento por nadie jamás percibido!
¡Gemido que hablaba de muerte, de amor, de dolor y de olvido!

Entonces, cerrando los ojos, sentí como etéreo contacto;
y abriéndolos luego, me dije: “Aquí todo encuéntrese intacto,
igual que cuando ella vivía”. Y esclavo de cruel espejismo,
me dije también: “¡Todo intacto, mi amor, pues mi amor es el mismo!

Después, recordando la fecha, fatídica y fúnebre fecha,
me puse a entonar, por el faro, febril y fantástica endecha:
“Hoy hace siete años, mi amada, pues hoy como ayer me lo advierte
la triste y serena sirena del barco invisible: la muerte.”

Busqué, ya en silencio, tu imagen: ¡no vi tu retrato en el marco!
Mi rostro busqué en el espejo… ¡y allí reflejábase el barco!
El barco tenía siniestras banderas que fueron mortajas.
¡Oh noche en que por vez primera vi el barco invisible en que viajas!

El barco pasó frente al faro. Lo vi detenerse allí enfrente.
Lo vi, mas no ya en el espejo, ni en sueños que forja la mente.
Lo vio mi pupila de faro: mi triste pupila despierta.
Y frente por frente quedaron el barco y la roca desierta.

Un coro surgió de ese barco. ¡Oh mística música en calma!
Y yo entre las voces del buque buscaba la voz de tu alma.
No sé cuánto tiempo, o si el Tiempo también o tampoco existía.
Mas yo te esperaba, lo mismo que los moribundos el Día.

Y en vano mi vieja ventana se abría en el viento por verte.
El viento tenía la misma figura inmortal de la Muerte.
El viento nocturno, que hablaba de cosas que nadie conoce.
¡Y el viejo reloj en el faro seguía marcando las doce!

¡Ah, cómo llegar hasta el buque…yo, solo, en la roca desierta!
¡Ah, cómo llegar si se había parado la Hora en mi puerta!
¡Y tú, de azucenas y lirios vestida en el fúnebre barco!
¡Y yo, ya sin rostro ni espejo, aquí, junto al hueco de un marco!

Aquí, siempre aquí…¡ya por siempre! Y tú siempre allá, sin que un roce
de besos y alas nos junte. El viejo reloj da las doce.
El buque encalló frente al faro… y el Faro soy yo, Faro infausto
en donde hoy arrastra cadenas de penas mi espíritu exhausto.

Y el mar da con furia en el Faro. No fulge en mi fiebre la aurora.
Oyéndose sigue la aciaga serena sirena sonora.
En medio del mar sigue el Faro – el Faro en la Roca Desierta-,
y aún sigue girando en el Faro mi triste pupila ya muerta.

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